Y que les puedo decir, ahí estaba yo, intentando iniciar mis vacaciones. Un merecido descanso. Ya saben, esas pausas a las que llegas arrastrando los pies y con muchas ansias.
Esos momentos que llegan cuando estas cansado por el cumulo de trabajo, las tareas del diario y el stress que puede causar el retorno a la oficina. Si, es agotador el sólo pensar que uno tiene que estar físicamente mientras algunos piensan que es necesario socializar. Que les puedo decir, puedo ser sociable de forma virtual mientras uso sports bras y nada de maquillaje. Ahhh y no me hagan hablar, del gasto en almuerzo y gasolina porque eso sí que es tema de conversación cuando coincidimos en socializar los que estamos en la oficina mientras nuestros piecitos gritan libertad!!!!!
Pero, volviendo a mis merecidas vacaciones, voy llena de expectativas y metales. Si, metales porque no hay otra razón por la que esa condenada máquina me marque por todas partes y es que me tienen de punto, en los puntos de cotejo. Y les voy a confesar, que cuando miro la pantalla revivo el trauma del último viaje. Ya saben, ese momento incomodo en donde todos te miran esperando no ser los próximos.
Y yo ya comenzaba a incomodarme, cuando miré a mi derecha y ví a la pobre monjita. En mis adentros dije, no, no puede ser. No a ella o no. Dios, perdónalos porque no saben…. O si, sin pena alguna, han chequeado a la pobre mujer por todas partes, manos arribas, espalda y entrepiernas. Ella con sus santas medias miraba boquiabierta, eso realmente es una asunción porque tenía la mascarilla puesta. Pero yo en mis adentros, estuve pidiéndole a Dios que la monjita al terminar le dijese: “niña terminaste, pues ahora te toca la penitencia… va por esa chica y por mí”. Añádele más tiempo Sor, le decía yo telepáticamente, que a mí me tienen de punto.