De repente, me detuve sin aliento y sin pensar en la carrera, miré al cielo y pregunté: ¿Por qué? Miraba todo lo que me rodeaba, lo que dejaba atrás y el largo camino por recorrer. Sin fuerzas, me senté sobre el solitario banco de madera, mientras en la distancia observaba a quienes me dejaban atrás.
Algunos conocidos y otros cercanos, sin embargo, como extraños no hicieron un alto que afectase su paso por mi camino para acompañarme en este espacio de tiempo. Una capsula que encierra lo que es mi ahora, un instante que pronto dejara de ser. Pueden ser días o tal vez años, en este instante, pero ciertamente, dejará de ser.
Y en este instante de soledad y olvido, me acariciaste en forma de brisa y tus lágrimas limpiaron mis heridas. Fue el agua cristalina la que cambio mi discurso de muchos porques a para que… Conforme respondía a mis nuevas preguntas se fue transformando mi realidad. Sin darme cuenta, comencé a caminar en una carrera distinta.
Era el mismo camino y, sin embargo, todo había cambiado. Ya no era, ¿porque a mí? Si no, ¿para qué me ocurrió a mí? ¿Como me cambió a mí? Y es que mientras daba los primeros pasos se revelaba un nuevo pensar.
Si en el camino no te transformas, ¿cómo encontrarás lo que te hará feliz? Lo único que puedes controlar es como recibes e interpretas eso que piensas es tu realidad. Cuando controles tus emociones y tus decisiones sean a base de los hechos, todo será. Las percepciones están llenas de emoción y nos hacen creer lo que vemos desde nuestra mirada.
Sin embargo, lo que ves no es lo que es… y es cuando cierras los ojos que realmente descubres lo importante. Esa conexión inquebrantable que vive en ti y es fuente de inspiración. Esa parte que no te falla y te eleva en una dimensión hacia la paz. Porque para que… es el comienzo de una nueva carrera en donde el único cambio eres tú. Así que todo ocurrió para que pudieras observar con un nuevo mirar. No será perfecto y, sin embargo, será transformador.