En años bisiestos

No pretendo ser perfecta y, sin embargo, lo intento a diario. Algún crédito debo tener por al menos levantarme queriendo cambiar el mundo… mi mundo. Divago en mis pensamientos, mientras busco entender motivaciones, comprender las personas que se cruzan en el camino y que, aun siendo cercanas, sólo aparecen en años bisiestos.

Aparecen de repente y te falta el aire, no sabes cómo abordarlos o peor, evitarlos. Ellos conocen tus debilidades del pasado e ignoran las fortalezas de tu presente. Queriendo saber de ti, abren heridas que habías sanado y te hacen recordar que fueron espejismos tus recuperaciones. Simplemente, echaste a un lado esa parte de ti que te duele porque la vida sigue y te hacías más fuerte.

Nadie puede entender lo que has vivido. Mucho menos comprender esa parte de ti que dejas atrás. Cada cual juzga desde su experiencia y has preferido callar, mientras en la soledad fluyes entre liberarte o ahogarte en llanto. A veces el llanto viene del dolor, otras de la decepción al ver que no han cambiado.

Cada uno tiene su némesis en sus debilidades y quisiera pensar que se refiere a las áreas de oportunidad de nuestros caracteres. Mas apareces de repente para mostrarme, que has sido tu al que el tiempo no ha cambiado. Quizá soy fuerte en mis argumentos cuando se trata de ti, mas que puedo hacer sino protegerme. Y mientras narras los sucesos desde el mirar que elegiste, solo puedo desearte lo mejor mientras reclamas mi ausencia.

Las distancias existen para sanar y en ocasiones son necesarias para tener paz. Cuando se trata de saber del otro la responsabilidad es mutua y, sin embargo, en ocasiones, vivir en paz se trata de una elección individual. Sé que si somos honestos el uno con el otro… los dos aprendimos a que cuando se trata de nosotros, nos acostumbramos a vernos en años bisiestos. No hay emociones, sino sentido de preservación.