La mía como nosotros y la de ustedes pues…

A veces no se trata de lo que sabemos, sino de lo que estamos dispuestos a descubrir y es que lo que parece ser, muchas veces no es. Mientras miraba un atardecer dando por sentado el final del día, fue el principio de muchos días para una pareja que recién se acaba de casar.

Mi esposo y yo nos encontrábamos de fin de semana celebrando nuestro aniversario y en un paisaje que parecía sacado de una postal, presenciábamos como una pareja enamorada celebraba sus inicios. El timbre de voz de la coordinadora de bodas, nos hizo saber que era una boda de dos. No tenían invitados, sólo el juez, la música y los fotógrafos.

Algo distinto y tan especial. Todo fue realizado para ellos exclusivamente, para celebrar su amor y en un destino diferente. Me preguntaba cual era su historia y porque no habían invitados… luego me eché a reír y me hice la historia que fue para evitar la problemática de la distribución de los invitados en las mesas, optaron por no invitar a nadie. Ya saben familias de padres divorciados, incrementa los invitados y la necesidad de recurrir a la inventiva. Quizá la realidad era otra, pero uno nunca sabe.

Y es que cuando se trata de bodas… todo puede ocurrir. Puedes tener la mejor planificación del mundo y siempre sucederán cosas que están fuera de tu control. Y ante esa situación, el mejor consejo lo dió mi esposo en una ocasión. Yo lo escuché atónita mientras asentía ante tanta verdad: “las cosas van a salir mal o distinto a lo que esperabas, disfrútatelo, diviértete. Al final se trata de ustedes”.

Y así fue, en mi boda ocurrió de todo, la siempre puntual novia llegó una hora tarde. Logrando que los invitados se derritieran ante un sol candente a la orilla de la playa que unido a los planes de racionamiento de agua del gobierno de turno, hacían que el ambiente se volviera tenso. En el hotel en el que me quede se dañaron dos ascensores y una mujer vestida de novia no lograba abordar el único que funcionaba porque siempre subían o bajaban repletos de personas cuando paraban en mi piso. Unos empleados vieron la tétrica escena y se apiadaron de mí, y así fue como tres caballeros me escoltaron por el ascensor de carga mientras elevaban mi traje para que no se ensuciara.

Vestida de novia y todos mirándome, hice “checkout” mientras procuraba en el “front desk” la corbata de mi papá que mi ahora esposo dejó olvidada en su habitación. Luego de quince minutos y sin corbata decidí abordar la caravan que me llevaría hacia el lugar donde se cocinaban mis invitados. Si, la caravan es otra historia. Llegue tan tarde a mi boda que mi amiga que siempre esta tarde a todas las actividades llegó conmigo y hasta pudo disfrutar de la ceremonia.

Cuando al fin comenzó el desfile, sentí la felicidad de los invitados y entiendo que fue algo más allá de mí, ellos necesitaban salir del intenso calor. En fin, la boda comenzó y llegó la mejor parte. Cuando mis ojos se encontraron con los de mi esposo. Es un sentimiento tan chévere. Porque después de meses de stress pensando en opciones, colores y decisiones que ahora realmente pienso, pudimos haber pasado por alto o hecho distinto, al fin había llegado el momento. Fue una boda íntima y, sin embargo, representaba lo que somos.

Entonces, entendí que esa pareja hizo algo distinto y, sin embargo, que hace todo el sentido del mundo para ellos. Y así es que debe ser. Vamos por la vida viendo lo que les funciona a otros y entendemos que es el camino que debemos seguir cuando la realidad es otra. La vida se trata de hacer sentido con nosotros mismos y ajustar nuestros pasos en el camino. Porque nuestra historia puede ser similar y a la vez tan distinta. Disfruta los pasos y baila la melodía. No tiene que ser igual, a veces distinto es la forma en que se hace sentido y lo que para mí es el final, puede ser tu principio. Y lo que es el principio, puede representar un desenlace.

No tiene que ser como yo lo veo sino como tu lo sientes. Puede ser que yo lo sienta distinto a como tu lo pienses y así podemos seguir hasta que podamos coincidir que coincidimos en que diferimos. Y si somos felices, felices seremos cada cual, pensando, sintiendo y haciendo lo que mejor nos parezca. Porque la vida es como las bodas y así mismo hay que vivirla… la mía como nosotros y la de ustedes pues como ustedes.

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