¿Sabes lo que ocurre cuando decides usar unos zapatos que llevaban guardados en tu armario un tiempo considerable? Correcto, es un llamado a llevar un par extra pues podrías necesitarlos y aunque esto aparenta ser de conocimiento general, más de una vez lo he olvidado.
Ahí estaba yo, lista para salir cuando recordé, los zapatos que había usado para la boda de mi prima. Unos zapatos de tacón plateados. Solo los había usado en una ocasión. Regresé al armario los saque y me los puse. Cuando llegue a la puerta, mis pies me recordaron porque llevaban un tiempo considerable allí. ¡Eran incomodísimos!
Así que regresé y encontré, otros zapatos. Unos zapatos que nunca había usado e iban prefectos con la vestimenta. Finalmente, salí de la casa. De repente, comencé a notar que mis zapatos ya no eran tan perfectos y la situación empeoró cuando en un mal movimiento, sucedió lo inevitable… se despegó el tacón.
Cuando te encuentras en esa situación tienes dos opciones: caminas como si tuvieses una goma explotada o le quitas el taco al otro zapato. Si optas por la segunda opción, caminaras desnivelada y como inclinadita hacia atrás. Demas esta decir, que si eres de baja estatura comenzaras a arrastrar la ropa por el suelo y si no caminas con cuidado, también te caerás.
Afortunadamente, ese no fue el caso y un conocido salvó el día al prestarme unas sandalias tamaño 10 que tenía en el carro. Definitivamente, le estuve agradecida. Porque, aunque no iban con el estilo prevenían que mis pies se lastimaran o cayese al suelo. La realidad es que ante esas situaciones poco importa si combinaban con la vestimenta, si los zapatos eran cómodos o como me veía al caminar con unos zapatos que eran varios tamaños más grandes que los que usualmente uso.
Acá entre nos, con sus zapatos no podía caminar bien. Mucho menos podría correr en caso de emergencia y, sin embargo, ellos fueron perfectos para mí cuando los necesite. Pasaron los días y le devolví sus zapatos. Cuando los vi en sus pies, descubrí que eran más que perfectos para él…
Y como usualmente me pasa, comencé a pensar en ese evento. En ocasiones vamos por la vida mirando el caminar de los demás y sin darnos cuenta, juzgamos las pisadas que dejan al pasar. Vemos sus pasos y somos dados a hacer comentarios de su ruta, sin haber caminado en sus zapatos o sin saber, los eventos que pudieron causar que caminase de esa manera.
Y, sin embargo, cuando la vida te sorprende en sus zapatos, te das cuenta de que no es tan fácil manejarlos como cuando mirabas de afuera. Porque cuando estas experimentando la realidad del otro te das cuenta que no solo es lo que se ve, es lo que tienes que manejar y dominar.
Hay zapatos que se ven hermosos por fuera y resultan ser una tortura en los pies. Muchas veces recurriste a cubrir las heridas con vendas protectoras, aunque de afuera todo aparentaba ser perfecto. Otros, no son muy hermosos, pero son como un abrazo acolchonado… y al final, solo tú sabes cómo se sienten tus zapatos y como es el caminar con ellos en tus pies.
Lo único que puedo decir de mis zapatos… es que, en estos momentos de mi vida he optado por aquellos que me permiten disfrutar mi caminar. No necesariamente, son perfectos y sin embargo, he buscado que se hagan perfectos para mí. Se hace imprescindible entender que a veces el peso que llevamos afecta nuestras pisadas. Así que he dejado atrás algunas cargas que llevaba y mi paso se ha incrementado.
Sobre tu camino solo puedo decir… espero que tus zapatos te permitan disfrutar tu caminar. No sé como te sientas hoy en ellos y sin embargo, espero que puedas encontrar un par que te permitan disfrutar el viaje y mientras, sueltes todo aquello que detiene tus pasos.