Éramos dos extrañas que coincidimos por error. Pudiésemos llamarle destino y, sin embargo, ya estabas ahí desde que abrí los ojos por vez primera. Contemplabas a la distancia el firmamento, a veces majestuosa y otras oculta. Siempre presente, siempre serena.
Tenía tres años cuando me hicieron consciente de tu presencia. Ellos buscaban entretenerme en un largo viaje. Poco sabían ellos que su gran broma, te convertiría en mi gran amiga y confidente. Has sido testigo de sueños y de quebrantos, algunas decepciones y muchos llantos.
He mirado al cielo, buscando aliento y a mi encuentro siempre has salido con entusiasmo. Pintas tu entorno con estrellas, que, en ocasiones, se hacen fugaces para alegrarme. Uno que otro deseo ha sido lanzado al universo y sigues ahí para acompañarme, en noches silentes y siempre alerta.
Nunca juzgaste nuestra amistad, aunque a veces paso por alto tu existencia. Pocas veces te he contemplado por lo que eres y muchas veces, he olvidado todo lo que sabes y lo bien que me conoces. Siempre te haces presente alrededor de mi mundo mostrando tu hermosa cara a pesar de tus distintas fases, a veces sonriente y otras, plena.
Ves mi ánimo cambiar como la marea, más no es culpa tuya… Has sido señalada por muchos como causa porque siempre es más fácil apuntar que aceptar. Y, sin embargo, ese nunca será mi caso porque has sido tu quien se ha hecho presente, iluminando mi cielo en noches oscuras y de soledad.