Cuando abrí los ojos ya no estabas y aunque en ese momento las heridas nublaban mi entendimiento, al tiempo entendí que fue mi mejor bendición. Con tu partida descubrí todo lo que no era y cuan lejos estaba de encontrarle. Llame amor a un espejismo y hoy me sonrío ante mi falta de claridad.
No fue ingenuidad, quizá capricho al creer que todo lo podemos cambiar. Y aunque esto es cierto, olvide que eso se trata solo de mi y de nadie más. Las personas cambian cuando desean hacerlo o cuando la vida los lleva por ese canal, en nuestro caso, ya que más da.
Mi abuela decía: “agua pasada no mueve molino” y ciertamente, así verás, que, aunque no lo creas cuando te das tiempo, todas las heridas sanaran. Estas sanan no porque otra persona llegue, aunque con el tiempo encontraras a ese ser único que ciertamente te entenderá.
Las heridas sanan cuando comprendes que eras tu quien tenías que marchar, era tu vida la que estaba en riesgo de perderse en un sitio en el que no te veían ni te sabían apreciar. Así que en el final descubres que el mejor regalo que te pudieron dar fue un adiós. Dejar atrás todo lo que te detuvo de encontrar quien te puede ver.
No te lamentes por el pasado ni lo des por perdido pues el tiempo te enseño mas de lo que crees. Y es que ahora ya sabes identificar todo aquello que no es. Pasar por alto ya las señales o justificarlas con formas de ser, son temas que ya no aceptas pues bien ya sabes que son del ser.
Busca paz, sueños y risas. Ya verás que encontrarás, a ese que llames nuevamente amor no porque sea perfecto sino porque ciertamente podrá ver tu hermoso interior. Y si al final, no lo encuentras date cuenta que el verdadero amor, no se trata del otro sino de ti y eso es algo que siempre deberás recordar. Encuentra ese ser maravilloso que vive en ti y déjale crecer, ya verás cuando le conozcas que es imposible dejarle de querer.
Cuando ese día llegue encontrarás que cuando nos amamos podemos dar amor, pues solo puedes dar al otro de lo que tienes y sino lo tienes, ¿qué vas a dar?