Viajar

Una de las cosas que más extraño a causa de la pandemia es poder viajar. Es poder disfrutar del proceso completo. Ese que inicia con un sueño y se materializa con un plan. Si, en mi caso, disfruto mi viaje desde que comienzo a buscar el destino y lugares importantes que hacen de ese lugar uno especial… aunque al final descubra que lo mejor del viaje fue su gente y como me hicieron sentir.

Es una emoción que se incrementa con cada paso a seguir. Las reservaciones de los pasajes, los hoteles, los tours, actividades de interés y cada una de las cosas que harán que podamos disfrutar cada minuto de nuestra aventura. Y créanme que es una aventura.

Debo admitir que mis viajes no son para todo el mundo, inclusive a veces pienso, que ni siquiera yo estoy preparada para ellos. Pues preparo un itinerario tan y tan cargado para disfrutar al máximo el destino que termino necesitando unas vacaciones de mis vacaciones. Sin embargo, no me pesa, porque aun con los pies destrozados por el cansancio de las jornadas, nada nos quita la satisfacción y la sonrisa de disfrutar de otras culturas e historia con nuestras mochilas a cuestas.

Mis viajes están llenos de situaciones inesperadas que en el momento nos impactan, pero luego se convierten en risas interminables cuando nos ataca la nostalgia. Ya saben, esos momentos de adrenalina o vergüenzas.

Algunas situaciones inician en el aeropuerto y otras en los tours, a veces envuelven maletas y malentendidos por el idioma. En ocasiones, es el cansancio u olvido lo que nos hace resbalar y, sin embargo, la emoción no nos deja desanimar.

Les iré contando de a poco lo que puede causar el concepto de cercanía y unos metros no calculados. O cuando un guía turístico te deja solo un periodo para que puedas descubrir el área. Cuando no dominas el idioma del otro, pero te encuentras con la bondad del que quiere y busca la forma de ayudar.

He podido hacerme entender en italiano, griego y algunas lenguas desconocidas desde el corazón. No hablo su idioma y, sin embargo, con señas, letreros y mapas nos hemos podido comunicar. Es una aventura de risas e inesperadas respuestas, ante percepciones de vida tan distintas y tan similares. Es saber que nos separan las líneas territoriales y nos unimos en una hermandad de ser.

Porque al final todos vivimos orgullosos de nuestros países, de nuestra cultura y nuestra gente. Viajamos y usamos como comparación lo nuestro. Y para cada quien, su país es el mejor. Y estoy convencida que así es. Me encanta viajar, pero amo regresar a mi país. Hay algo que me hace disfrutar el aprender y un llamado interno a volver.

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