En las contradicciones que tiene la vida y que se complementan para tener sentido total, pasamos por alto todo lo obvio y nos empeñamos en batallar. Para despertar debes haberte dormido cayendo en un estado inconsciente y falto de voluntad.
Cierras tus ojos para entrar a un mundo desconocido en donde no tienes control sobre lo que en conciencia te pertenece. Puedes soñar con personas que dejaste atrás y aparecen personas que conocerás. El cuerpo está trabajando a tu favor mientras duermes reparando en tu ausencia todo lo que le impusiste. Su intención es hacer que recargues todo aquello que consciente le arrebataste.
Es probable que en el proceso tu cuerpo se fuese amoldando buscando comodidad y refugio ante un ambiente que no podía controlar. Así que te abrazaste a las almohadas y te acurrucaste con las sabanas buscando calor y cuidado.
Entonces, sonó el despertador y abriendo tus ojos mientras con un respiro profundo comenzaste a estirarte para poder incorporarte. Exhalaste con un quejito que anunciaba que el reposo había terminado. En una lucha de bostezos intentaste pararte pues continuar en la cama sería un riesgo total, y caminando hacia el baño intentas recordar el sueño que conforme pasaba el tiempo comenzaste a olvidar.
Todo esto ocurre día tras día y, sin embargo, siempre se nos olvida, que para despertar debemos alcanzar el sueño y eso se logra fluyendo en un proceso de etapas con transiciones y tiempos que se han de repetir. Hay temas que presionamos y en ocasiones se nos olvida que para despertarnos y ver el día debemos prepararnos para el evento en total calma y sin forzar.
Sigue trabajando sistemáticamente y con disciplina en tu meta, porque llegará el momento en que despertarás y descubrirás, que has realizado mientras soñabas todo aquello en lo que trabajaste con voluntad.