Todos lo hemos declarado como meta y, sin embargo, los caminos hacia el éxito son tan distintos como la vida misma. Cada uno tiene una definición y le adjudica la importancia según su visión y perspectiva.
No hay forma correcta o incorrecta de juzgar el éxito siempre y cuando el que elijas sea coherente con tu visión de vida. Algunos, se enfocarán en alcanzar posesiones mientras que otros, buscarán cultivar emociones. Y al final, cada cual experimentará por sí mismo si está cerca, lejos o donde está.
No me toca a mi pasar juicio si lo alcanzaste. Al fin de cuentas, mi visión pudiera discrepar de la tuya. No es mejor ni peor, solo es distinta y de paso, pudo haber sido ajustada en el camino. Porque en nuestro caminar ampliamos los horizontes y ajustamos nuestras perspectivas.
Entonces, que tal si la métrica para el éxito es el proceso. Ese que sin importar el resultado nos provoca un sentimiento. Esos, que nadie puede ver, y sin embargo perduran por siempre. Acumulas momentos y experiencias. Esas experiencias de vida que te llenan de sabiduría, pero te mantienen humilde para ayudar al otro a alcanzarlo y disfrutar su éxito porque fuiste participe.
Es reconocer que pudiste haber pensado que lo alcanzaste o quizá no lo alcanzaste, más cuando viste al otro triunfar lo saboreaste. Es hermanarnos para alegrarnos por el otro y ver como damos la mano para que vuelen alto. Porque al final, el éxito también puede ser colectivo. Porque el éxito es ser mejor, por ti y para todos.