Sobreviviendo

Lo he decidido y lo voy a lograr… comenzaré a hacer ejercicios por mi salud y para evitar la mirada de mi médico. Debo confesar que si mi relación con el ejercicio fuera como la relación que tengo con la comida, otra sería la historia. Sin embargo, es una historia compleja.

Este año me propuse alimentarme mejor y hacer ejercicio. Quisiera echarle la culpa a la pandemia, sin embargo, fui yo la que me comía las panetelas, las donitas y las galletitas con la excusa de necesito algo dulce para cerrar el almuerzo. Ya saben, esas excusas que nos decimos para no sentirnos tan culpables. Claro, que la excusa nos dura hasta que tenemos que enfrentar la balanza en la oficina del médico.

Mi doctor es bien serio con la salud de sus pacientes, lo cual es bueno, hasta que él identifica que no estas haciendo las cosas bien… y que les puedo decir, la última vez casi lloré. Casi no, realmente, le lloré… que fuerte. ¡Me regaño! Cuando vió el peso en el expediente, se quitó los espejuelos y me dijo ven conmigo. Como un papá me llevó a la balanza y me peso, para corroborar que no era un error. ¡Que vergüenza! Me miró a los ojos y me dijo mirándome a los ojos… “10 libras, aumentaste 10 libras desde la última vez”

Entonces, hice lo que cualquier persona hubiese hecho en mi lugar. Dije: “lo sé doctor, es que con esto de la pandemia, se me ha hecho difícil ejercitarme y para colmo, cuando comencé hacer ejercicio me lastime la rodilla”. Su respuesta: “entonces, debes alimentarte mejor y bajar el contenido calórico. No hagas ejercicios de alto impacto. Debes al menos caminar 30 minutos”. Me dio su recomendación y como hija regañada: dije: “si, doctor” y anoté todo, sin hacer contacto visual.  Porque uno sabe cuándo no tiene la razón.

Bueno, entonces, paso la Navidad y la cita es dentro de un mes. Así que hice lo que toda estudiante hace a ultima hora. Busque la libreta donde estaban todas las recomendaciones y aquí me encuentro. Intentando hacer lo que me dijo hace dos meses para ver si evito el regaño. La meta que me impuso fue bajar 10 libras, pero a este punto hasta con 5 libras creo que puedo presentar progreso y así mostrar mi compromiso. De todas formas, esto es por mí, no por él… aunque si le hubiesen visto su mirada, entenderían que hay alguito por él también.

De todas formas, empecé esta semana. Les confieso que en el almuerzo olvidé que estaba a dieta y me comí un chocolate, sin embargo, llegué decidida e hice Zumba. Déjenme explicarles mi relación con el ejercicio. Yo voy de no hacer nada a tirarme de pecho como si fuera atleta de alto rendimiento, como me dice mi marido. Usualmente, sobrevivo porque, aunque poco disciplinada, tengo buena resistencia. Sin embargo, en el proceso, pienso en mis compañeras de trabajo que le meten 3 horas al gimnasio porque les gusta. Yo puedo estar 3 horas en el restaurante de la carne con la chapita verde, pero en el gimnasio…. Se me complica.

De todas formas, quiero ser como ellas. Porque en mi caso, a los 2 minutos de rutina, estoy roja como tomate, toda sudada, mi pelo hecho un desastre y vivo contando los minutos que faltan para terminar. El conteo regresivo de la rutina es mas preciso que el conteo en despedida de año. Termino la rutina y salgo que casi no puedo con mi vida. Estoy esperando sentir eso que dicen, que el ejercicio es lo mejor para sentirse mas energizado durante el día o que cuando dejas de hacerlo lo extrañas. No sé, a mí todavía no me ha pasado eso.

Lo sé… es por mi bien y por eso lo hago. Me lo repito. En estos días estoy repitiendo dos frases tipo mantra: “Es por mi bien y por eso lo hago” y “como para vivir no vivo para comer”. A veces se me dificulta, pero sigo la lucha. Sé que algún día les diré lo maravilloso que fue mi día porque estaba energizada después de la rutina de ejercicio. Mientras, estoy aquí… sobreviviendo.