Saliendo de la burbuja

Suena el despertador y con los ojos cerrados intentas localizar el celular para poder apagar la alarma. Estas cansado porque el día anterior te quedaste despierto viendo una película. Esas películas que has visto más de cien veces, pero, aun así, deseas ver el final. Te deslizas al baño, te lavas la cara y los dientes. Arrastrando los pies, llegas a la cocina y enciendes la cafetera. Te arden los ojos y bostezas más de lo que quisieras. Te quejas en voz alta que tienes que ir a tu trabajo.

Ese pensamiento te abruma porque te espera un día complicado. Reuniones, fechas límites y de repente, recuerdas que olvidaste recalendarizar una cita médica. El olor del café invade cada rincón de la casa. Le untas mantequilla al pan recién tostado y te sirves jugo de manzana ya que no te apetecía el jugo de piña.

Desayunas mientras piensas que deseas ganar la loteria para poder dejar de trabajar e irte a viajar el mundo. Recuerdas, el viaje más reciente y pierdes la noción del tiempo. Das unos pasos y llegas al fregadero. Abres el grifo y no te percataste que estaba caliente… moderas la temperatura y comienzas a fregar. Entonces, te bañas y llegas a tu closet… te quedas mirando pues no sabes que ropa te pondrás. Hoy el animo esta de ropa cómoda, así que nada ajustado. Luego eliges los zapatos que van mejor con tu atuendo.

Suena el teléfono y es tu papá. Te envió un mensaje de texto y simultáneamente, llama tu mamá. Te llama para pedirte un favor. Le dices que estas ocupado, que debió avisarte antes y que vas a ver. De repente, sales de tu casa y te montas en el auto, enciendes la radio y el aire.

Sales de la urbanización donde resides y al llegar al semáforo, un accidente. Escuchas una ambulancia en la distancia, mientras ves a un hombre mayor caminando por la calle con un bastón. Te detienes a echar gasolina y al bajarte de tu auto, ves a un hombre en silla de ruedas y le ayudas abriendo la puerta. Mientras, esto sucede, se acerca un hombre desaliñado y te dice: “Me ayuda para el desayuno si le sobra cambio”. Entonces, entras a la tienda y decides comprar un billete de loto para ver si cambia tu suerte.

No sé cual es tu realidad y sin embargo, si este es tu caso, te diré que tienes toda la suerte del mundo. Porque tienes salud para levantarte y la independencia de valerte por ti mismo. Tienes un techo y una cama donde descansas plácidamente. Tienes transporte y más importante aún, la posibilidad de ayudar a otros. Tienes a tus padres vivos, a tu familia y amigos. Eso ya te hace más que bendecido. Porque si te faltara alguna de esas cosas aun así tienes más que otros. Buscas la suerte cuando tienes millares de bendiciones. A veces tenemos que salir de nuestra burbuja para poder apreciar todo lo que tenemos y la comodidad que tenemos.

Hace unos 10 años atrás una compañera de trabajo me invito a un retiro espiritual. El tema era la sanación espiritual. Recuerdo que para aquel entonces había terminado una relación sentimental. Esas relaciones en las que en el momento sufres, sin embargo, con el pasar de los años entiendes que fue lo mejor que te ocurrió… pues de esas relaciones. Recuerdo, que dividieron el grupo e hicieron una dinámica en el subgrupo en el que me encontraba en la que debíamos decir lo que nos había motivado a llegar hasta allí. No debíamos hablar. Solo escuchar. Era una sesión para abrir los corazones.

Comenzó a hablar una joven, ella dijo: “No puedo perdonarlo. Lo que él hizo no tiene perdón. El mató a mi mamá frente a mí. Mi papá salió recientemente de la cárcel y me buscó. Dice que está arrepentido, pero eso no me devolverá a mi mamá. Le dio tres balazos y ella no hizo nada. Ella estaba allí y yo….” Quiero decirles, que mientras ella hablaba mis ojos se llenaban de lágrimas.  Sentía su perdida, su impotencia, su dolor. Creció con su abuelita materna quien había fallecido recientemente. No tengo a nadie”. Recuerdo, que una de las jóvenes le dijo: “Padre de huérfanos, y defensor de viudas Es Dios en su Santa morada”. Salmos 68:5 Tu Padre que está en los cielos cuida de ti. Él te guarda como a la niña de Sus ojos. Y te esconde a la sombra de sus alas”. Salmo 17:8 Ella lloraba y yo, desde mi asiento, lloraba su dolor y su historia desgarradora.

Prosiguió un joven quien fue violado por su tío siendo un niño. Narró su miedo a contar su historia, como fue manipulado por años y como ese evento destruyó a su familia. Como se sentía y como en un momento pensó que no era digno… “Tú eres más que un cuerpo. La piel en que habitamos un día volverá a la tierra. Pero, la identidad que Dios te dio como su Hijo y el Espíritu Santo que mora en ti, te hacen santo y puro”.

Estas personas fueron víctimas de personas que eran cercanas a ellos. Personas que debían cuidar de ellos y aunque la justicia intervino, las huellas y el dolor estaban como el primer día. Otros contaron su historia y sin embargo, yo seguía pensando en estos dos jóvenes. Jóvenes luchadores a quienes deseo que la vida les haya premiado y que donde quiera que estén alcancen todo lo que merecen. Espero que hayan alcanzado su sanidad y hayan podido tener paz con su pasado.

A ellos les doy las gracias, porque ese día entendí, que soy más que bendecida. Gracias por sacarme de mi burbuja y hacerme entender que cuando uno mira hacia el lado puede ver cuan afortunados somos. Todos tenemos una historia y tenemos derecho a sentirla. Sin embargo, a veces debemos ver los hechos y quitarle la carga. A veces debemos ver más allá de nosotros.

Ese día, sentí su dolor y cada día que recuerdo esa tarde en que me honraron con la confianza de contarme su historia, lloro. Porque dejaron una huella en mí. Esa huella me hace sensible y me hace recordar que mi historia no es perfecta y a la vez lo es. Quizá he tenido tropiezos, quizá he tenido que doblar rodillas más de una vez y cada vez, he podido levantarme porque mi Dios ha tenido cuidado de mí.

A Dios le doy las gracias por todo lo que tengo y todo lo que soy. Porque aun cuando no ha sido perfecta, hasta aquí me ha traído y su provisión y cuidados han sido constantes.

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