Hace un tiempo leí una cita de Simon Sinek, que decía: Hay una diferencia entre ofrecer un servicio y estar dispuesto a servir. Ambos incluyen dar, pero sólo uno de ellos es generoso. Y es que en muchas ocasiones estamos nombrados para hacer algo, sin embargo, no necesariamente nos hacemos disponibles para hacer el trabajo para el cual hemos sido llamados.
Recientemente, me comuniqué a la unidad de servicio al cliente de una compañía ya que estaba confrontando problemas con el producto adquirido. Estuve esperando en línea por más de veinte minutos y cuando finalmente respondieron, me indicaron, permítame un momento y me colocaron en espera nuevamente. El representante de servicios me respondió y me pidió mi información. Luego de hacerme todas las preguntas que están descritas en su proceso de identificación, me pregunto: ¿Cómo le puedo ayudar?
Le explique mi situación y me respondió. Lamentablemente, ese tema debe ser manejado en la unidad X pero ellos operan hasta las 5:00 pm. Mi frustración era inmensa, pues si no me hubiese colocado en espera cuando respondió la primera vez o me hubiese dejado explicar el propósito de la llamada, hubiese podido ser atendida por la otra unidad el mismo día. Para completar mi malestar, no tomo mi información y el empleado no podía referir el caso para que la otra unidad me devolviese la llamada. Así pues, ellos ofrecen el servicio, sin embargo, ¿están dispuestos a servir?
Debo admitir que hay casos en los que el proceso está definido de esta forma, sin embargo, mi experiencia ha sido que en todas partes hay recursos que hacen la diferencia. Esos empleados, son los que han provocado que regrese y hasta haga referidos. Porque quizá hay compañías que pudiesen ofrecer un producto que es más oneroso, sin embargo, su calidad de servicio/garantía es superior y eso hace que optes por ellos.
Entonces, se hace necesario que el líder logre identificar las necesidades de sus recursos y sirva de inspiración al modelar las cualidades que son requeridas para logar el éxito. Un éxito que se mide en los resultados del desempeño y la percepción de aquellos que retornan. Cuando hablamos de líder puedes pensarlo desde la perspectiva laboral, pero, los principios son aplicables al entorno familiar.
Es en ese momento que debemos preguntarnos, ¿estoy siendo el líder que mi trabajo/familia necesita? A veces se nos hace más fácil mirar hacia afuera que mirar hacia adentro. Sin embargo, si queremos que nuestro entorno cambie, debemos comenzar con nosotros mismos. La mejor inspiración para el cambio es ser ejemplo.
Los líderes deben modelar las cualidades que desean ver en su entorno e identificar las necesidades de las personas que tienen en su entorno para atenderlas y maximizar sus fortalezas. La perfección no existe más el mejoramiento y optimización si es posible. Plantearse metas realistas que permitan un crecimiento constante en distintos ámbitos para que las personas puedan desarrollar su potencial mientras modifican conductas para ser empoderados. La meta del líder debe ser inspirar y desarrollar a sus empleados para que estos estén capacitados y motivados pudiendo así desempeñarse en excelencia de forma que sean reconocidos y promovidos por el resultado de su trabajo. Es ese entorno, que permitirá un crecimiento en los aspectos financieros.
Porque un empleado motivado será más productivo. Así pues, hay que crear el ambiente propicio y en el cual las necesidades de los empleados sean identificadas y atendidas de forma individual. ¿Qué tiene que hacer el líder para lograrlo? Sencillo, el líder tiene que aprender a servir. Un buen líder se hace disponible y esta presto para atender las necesidades de su equipo. Reconociendo que el éxito es de ellos y su éxito es ver triunfar a su equipo. Porque el líder sirve desde la humildad.